martes, 2 de febrero de 2010

Arrugas y recovecos

Suena el ‘click’ y seguido un suave golpe del interruptor de la lámpara dejándose caer sobre la mesita. Se ha apagado ya la luz y adopto la posición más cómoda, acurrucado, como te gustaba.

Puedo confesarte que duermo abrazado a un almohadón que sufre las consecuencias de mis sueños. Tiene las marcas de mis manos cuando lo aprieto, de mis lágrimas si alguna ha escapado, incluso de mis dientes si lo he llegado a morder.

Puedo repetirte que soy pequeño, que mis latidos se hacen notar en cada parte de mi cama, que van siempre a prisa y tienden a acelerarse fácilmente, y es que en mi caja torácica choca mi corazón, lo que para mí es normal, lo que para ti es ya algo tan especial.

Puede perderse mi melena entre mis mil sábanas con sus mil rayas, que nada podrá evitar recordar con exactitud tus rasgos, ver tu imagen tan nítida sin aun haber cerrado los ojos, sentir tu olor a mi alrededor estando así de lejos.

Pueden gritar cuanto quieran en el bar de abajo que ninguna voz me confundirá para tomarla por tuya, tampoco el ruido de pasos en el rellano, ni de risas ni de llantos mezclados con el tic-tac del despertador.

Se hace inevitable, es rutina y vicio, que cada vez que quiera dormir… busque tu sonrisa en las arrugas y recovecos de mi cama…