jueves, 23 de septiembre de 2010

Tic tac

[...intento de diálogo con Cortázar]


 Ella dijo a una amiga:
[...] Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj. [...]


 Él se metió en la conversación y contestó:
 El hombre es el único animal que mide su tiempo, y yo he medido mucho el que me faltaba para verte, desmedía el que estaba contigo y maldigo el que paso sin ti. Para mí el tiempo es imprescindible entre nosotros, si no midiésemos el tiempo no apreciaríamos su falta de él, no calcularíamos cuanto se echa de menos a alguien y no tendríamos noción de los días que pasan para decirte que a cada uno de ellos te quiero más.